I Parte

sábado, 17 de mayo de 2014


Esta es una historia que escribí hace ya unos años. A ser verdad, no he escrito aún segunda parte, pero bueno, espero que os guste al menos este capítulo primero ;)


I PARTE
                          
         
           Era una soleada tarde de agosto. Una chica  de 16 años caminaba pesarosamente por el sendero que conducía hacia el misterioso bosque de las afueras de la ciudad.
       
          Se llamaba Victoria. Victoria era una chica alta, de complexión delgada. En su rostro blanquecino, se dibujaban unos profundos ojos verdes, que llenaban de curiosidad a todo aquel que se cruzase en su camino. Su nariz era fina y elegante, y sus labios atractivos y seductores. De su cabello, rubio y largo, colgaban unos rizos marcados. Victoria era una joven misteriosa y callada, pero afable al trato. Sus amigos la describían como una chica sorprendente, de la que uno nunca sabe que podrá hallar en ella. Algunos creían que aquel misterio que los embriagaba, tan sólo era una máscara, tras la cual se encontraba una joven débil e indefensa. Por ello decidieron proponerle un reto sobrecogedor: Adentrarse en el bosque, -del que nadie ha logrado salir- y volver antes del segundo amanecer.
           Se dice que hay algo poderoso y mágico que habita en sus entrañas. Una leyenda asegura que un hombre que paseaba con su rebaño se adentró en él, y que nunca más, volvió a ser visto. Al día siguiente,         -en los alrededores del bosque- encontraron el bastón que le servía de apoyo. El tiempo pasó, y nadie volvió a hablar más de lo sucedido, hasta que 10 años después ocurrió algo similar. Una mujer que paseaba con su perro, desapareció entre la maleza del bosque. La hipótesis del suceso apunta a que la mujer corrió tras el animal, el cual se dirigía al misterioso lugar. Desde entonces han pasado treinta años.
          Ahora Victoria se dirigía hacia el, con rostro firme y paso decidido, a su pesar. De su espalda colgaba una mochila repleta con lo imprescindible. Vestía un chándal rojo que exaltaba su figura.
          Victoria estaba consternada, con la cabeza llena de preguntas y preocupaciones, ¿Y si no volvía a salir de allí? ¿Qué dirían sus padres cuando se enterasen de lo sucedido? Victoria era una chica valiente, y sincera, y aquella tarde se había visto obligada a mentir a sus padres, diciéndoles que se iba a pasar dos días al pueblo de su amiga Kate. Sus amigos, al ver que esta aceptaba, trataron de retenerla, pero Victoria era una chica orgullosa, de manera que no se echó atrás, a pesar de las numerosas advertencias de sus amigos. Estos pensaron que no se atrevería por lo que decidieron restarle importancia.
      
       Por fin -o por desgracia-, a lo lejos se divisó el bosque.
       
       Los árboles eran altos, y sorprendentes. La vegetación era verde y abundante. Había algo en él, que le atraía y a la vez le estremecía. Su belleza era escalofriante e inigualable, como si de una película de terror se tratase. Cuando al fin se encontró frente al bosque, comenzó a adentrarse poco a poco, tratando de hacer el menor ruido posible, olvidando de pronto el miedo que sentía. Al oeste, se podía divisar el sol perfilando el horizonte, entre los colores del atardecer. 
Pasaron las horas. Cuando la luna ya se encontraba en plena noche, pudo ver una espesa niebla que poco a poco, se extendía por el bosque, y sintió el deseo de acercarse cada vez más. Cuando llegó, vislumbró un hermoso lago, iluminado por la luz de la luna. Esta, se volvió para ver el camino por el cual había venido, temiendo perderse. De repente, sintió un frío espectral, y el miedo que tiempo atrás había perdido, recobró su fuerza, y se hizo más intenso. Fue entonces cuando escuchó un suave, -y a la vez frío- susurro:

- Te estaba esperando.... Victoria.

Esta, presa del pánico, se dio la vuelta para ver de donde provenía la voz. Las piernas le temblaron hasta el punto de perder el equilibrio. Un fuerte viento se levantó de pronto, cuando sintió que algo se acercaba… sintió el deseo de salir corriendo, pero el pánico que se había apoderado de su cuerpo, se lo impedía. Como si de un bloque de hielo se tratase, Victoria yacía en el suelo, paralizada. Quería correr, y marcharse de allí… pero ya no había vuelta atrás… sólo miedo ante lo desconocido… 

Lourdes Núñez Ardila

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