Relaciones antitéticas

sábado, 17 de mayo de 2014

Toda guerra sucede por alguna causa, por algún hecho o circunstancia que explota en un determinado momento. El detonante de esa guerra probable puede ser provocado o simplemente originado, no buscado ni perseguido. En esa guerra aparecerán los bandos, los enemigos, los contra-atacantes y contra-atacados; cada bando tendrá una concepción diferente de la vida, de los demás y de sí mismo, concepción que se verá influenciada y determinada por la formación que le hayan otorgado, y también por el contexto social en el cual se desarrolle su vida. Todos los bandos harán aquello que crean mejor, aquello que sea acorde con sus coherencias. Unos respetarán, otros atacarán, y puede que además busquen en el arte de la demagogia su arma de doble filo. Estos últimos, se acogerán al arte de la manipulación como búsqueda exasperada de la consolación y de la falta de recursos o argumentos: Tratarán de imponer su poder como objeto de control. Sin embargo, aquellos que no sean sometidos a dichas palabras, se verán envueltos en numerosas críticas: Todo será fruto del mero intento de lograr el monopolio de la situación, a través de la lucha por bajar la estima de la persona, enalteciendo al orador. Sin embargo, aquel orador que se mantenga firme en sus palabras jamás elevará la voz ni desarrollará una táctica de control, puesto que la confianza en éstas le ayudará para valerse por sí mismo sin necesidad de manipular al resto. A pesar de todo, la ignorancia dará fruto a la equivocación, y la equivocación al establecimiento de culpa al inocente. Éste último será castigado por las infamias e injurias de sus enemigos, los cuales se quedarán en las apariencias sin profundizar en las causas que originaron el proceso de desviación. Éstas infamias e injurias acelerarán el proceso anteriormente nombrado con la consecuente desviación total del grupo. Tras dicha desviación, el demagogo hará alarde de su arte con el único objetivo de lograr la unión del grupo. Otras veces buscará en la crítica y en el sentimiento de culpa su arma de control. Sin embargo, el orador inefable utilizará la ignorancia como arma, logrando así la degeneración del grupo manipulador. El primero continuará cegado por sus incoherencias, mientras que el segundo seguirá firme en sus actos y en sus coherencias: Los actos sucedidos le habrán demostrado lo necesario para ser consciente de la situación real. Por último, se producirá la desviación total e inevitable del grupo debido a los hechos inminentes acaecidos. El orador inefable comprenderá el por qué de sus razones, mientras que el orador demagogo criticará la decisión tomada por el orador inefable, y es que como dice el refrán "No hay peor ciego que el que no quiere ver": El inefable abrió los ojos, el demagogo se hundió en sus pesadumbres.


Lourdes Núñez Ardila

2 comentarios:

Christian G.M. dijo...

Muy bien escrito, con un razonamiento inexpugnable, y una prosa rica en vocabulario ;)

Lourdes N.A dijo...

Gracias =P =)

 
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